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La intolerancia de los tolerantes

Como casi un deporte han tomado los llamados intelectuales de avanzada secundados por muchos periodistas de la radio y de la  prensa escrita, y por  políticos y no pocas de las llamadas ONG calificar siempre de dogmáticos a los católicos y principalmente a la Iglesia, no viéndose casi nunca en un espejo, pues generalmente ellos son más dogmáticos e intolerantes cuando se les critica una de sus ideas o movimientos.

El laicismo mexicano desde su concepción siempre fue intolerante y claramente dirigido contra la Iglesia y el pensamiento cristiano, consta con toda claridad por  las actas de los debates aunque no se difunde que en la autoría de la Constitución Mexicana de 1917 se impusieron los jacobinos, o sea lo fanáticos antirreligiosos que en la redacción de ciertos artículos dejaron clara la facultad del estado para intervenir en los asuntos internos de la Iglesia  con el objetivo de eliminar el catolicismo de México, desde luego disfrazando toda esta intención bajo un manto de libertad y progreso.

Bajo esta bandera fuimos educados todos y se creó el dogma de que estado laico era un estado perfectamente respetuoso de todos, tan respetuoso que posteriormente legislaría cuantos sacerdotes podían ejercer en cada estado según el capricho del gobierno local y hasta se llegó a legislar que deberían ser casados como se hizo en el estado de Tabasco y prohibiendo toda educación religiosa no sólo en las escuelas públicas sino en las privadas y hasta persiguiendo en época de Calles a los ciudadanos que usaran símbolos religiosos. A estas y otras barbaridades les llaman respeto y no injerencia en la Iglesia y en la conciencia de los ciudadanos.

Así poco a poco el estado se fue apoderando de todos los ámbitos y se creó la idolatría del estado laico, donde los legisladores se convierten en pontífices máximos que  desplazan al magisterio de la Iglesia y ya creen que pueden decidir sobre cuestiones morales como si fueran enviados de Dios, y con ese poder amenazan a todos los que no estén de acuerdo con ellos y crean leyes para someter a todos a su voluntad. Así vemos que ahora se aprueban los matrimonios homosexuales con la posibilidad de que después se les permita adoptar niños y a todo aquel que opine en contra los tolerantes señores diputados del PRD los acusan de estar contra la ley y los llenan de toda clase de improperios y de burlas, con el pleno apoyo de casi todos los comunicadores, y en este frenesí de la tergiversación de valores se llega a extremos donde los médicos que apoyan la vida negándose a cometer el crimen del aborto puedan ver amenazada su trabajo y hasta su libertad.

Ahora cualquier opinión en contra es catalogada como “homófobica””, por lo que creo que estos señores deberían demandar a la Academia de la lengua y a las editoriales que publican enciclopedias porque la definición general de matrimonio que aparece es la siguiente:

“Unión de un hombre y una mujer concertado mediante determinados ritos legales.”

No creo desde luego que sea demasiado pedir a los legisladores y también a los comunicadores que se tomen la molestia de acudir a un diccionario antes de usar términos equivocados para describir una unión a la que le pueden inventar los nombres que quieran pero no usar una palabra equivocada que además destruye una institución.

Pero además entre esta campaña de intolerancia pedir a la Iglesia que se calle no demuestra otra cosa que una profunda ignorancia histórica y sobre la esencia de la misión y fundamento de la Iglesia, de hecho el gran mal de nuestra época es pretender ignorar que la esencia de nuestra cultura y civilización occidental, y particularmente de México  es el pensamiento cristiano  cuya presencia es parte integral de nuestra esencia cultural que se vive en casi todos los actos importantes de la vida social y popular.

Aún ahora en esta época de incredulidad la mayoría de los mexicanos todavía bautiza a sus hijos, los lleva a hacer la primera comunión, prefiere que sus hijos e hijas se casen por la Iglesia y hasta en muchos casos los llamados ateos no se entierran o se creman sin una misa de cuerpo presente o al menos rezos frente a su cadáver.

 Si en nuestra  arquitectura mexicana quitásemos los edificios que han tenido que ver con la arquitectura religiosa y colonial como catedrales, templos, escuelas, hospitales, asilos y otros desapareceríamos nuestro principal patrimonio cultural y turístico, y si quitáramos las fiestas patronales de nuestros pueblos los despojaríamos de sus más bellas tradiciones.

La Iglesia en México es parte de nuestra vida nacional y como institución su misión es enseñar y no puede ser callada, como no lo ha sido en 2000 años aunque tenga que padecer persecución en lo que por cierto es experta, ya que así nació, así se desarrolló y así continuará tal como se puede ver hoy ante las demandas contra el cardenal Norberto Rivera.

En el fondo los intolerantes quisieran que se calle la Iglesia porque sigue siendo molesto que alguien les despierte la conciencia que todos llevamos dentro. La ignorancia de muchos señores comunicadores y políticos sobre la misión y esencia de la Iglesia demuestra una falta total de cultura en el aspecto religioso.

Ante un ataque tan generalizado a los valores escudándose falsamente en los Derechos Humanos, me viene a la mente unas frases del Lic. Anacleto González Flores:

“Nuestra época está enferma; celebró, en un instante de locura y de odio, sus nupcias con la sombra a la mitad de la noche, que es la hora misteriosa del error y del mal. Y hoy, al sentir que las garras afiladas de todas las crisis se clavan para despedazarla, vuelve en vano sus ojos a los oráculos de los que le dieron a beber el  brebaje maldito. Y ha encontrado por toldas partes charlatanes que disecan cuerpos y desarticulan pensamientos y almas; pero nadie ha podido, entre sus maestros, decir el conjuro salvador.

Sin embargo ha hecho su aparición Jesús, y la historia ha cambiado  de ruta, y ha venido a enseñar que la figura del Maestro es el nudo central de la vida humana.”

Cuando los cristianos seamos congruentes con nuestra fe entonces con nuestra palabra y  nuestro ejemplo y nuestra acción impulsaremos el cambio social en torno a las enseñanzas de Jesús y México se transformará en la nación justa y segura que todos deseamos.