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Las sectas en América Latina (Parte I)

Manuel Guerra Gómez, experto en sectas, es el autor de un libro para orientarse en este complejo mundo: «Las sectas y su invasión del mundo hispano: una guía», publicado por Ediciones Universidad de Navarra (http://www.eunsa.es). Manuel Guerra es profesor emérito en la Facultad de Teología del Norte de España, (Burgos), en la que imparte Historia de las Religiones.

Le preguntaron en una entrevista:

--¿Es exagerado hablar de invasión del mundo hispano? ¿Se trata de un fenómeno tan alarmante?

–Manuel Guerra contestó: Hablar de «invasión» puede sonar a metáfora; pero es real. Evidentemente me refiero en primer lugar a Hispanoamérica. Invito a quien le parezca una exageración a comparar la Hispanoamérica de la primera mitad del siglo XX y la de ahora, medio siglo más tarde. Comprobará la avalancha de sectas religiosas de origen e impronta hindú, budista, taoísta, sintoísta, afroamericanas, mágicas e ideológicas, que van difundiéndose por todas las regiones, también entre los indígenas.

Uno de los rasgos definitorios de los latinoamericanos es su profundo sentido religioso, su talante venerador de lo sagrado. Durante siglos su sed religiosa ha sido satisfecha por la Iglesia católica. Aparte de los protestantes, ahora han irrumpido las sectas. Estas confirman que el sentido religioso es connatural al ser humano. No son antirreligiosas, sino con frecuencia anticristianas, a veces rabiosamente, o al menos no cristianas. Por tanto están capacitadas para saciar la sed religiosa de los latinoamericanos en la medida en que no les llene la religión y espiritualidad tradicional de sus países, la católica.

Se tiende a pensar que «el mal viene de fuera» y que los malos son los otros», a saber, las sectas, etc. Pero la raíz principal de la difusión de las sectas radica en cada cristiano: en su falta de información de los peligros para su fe, en este caso de las sectas, de formación doctrinal (dogmática, moral, litúrgica…) cristiana, de vibración interior (es decir, personas de oración y que dedican tiempo a hacer oración), y de dinamismo apostólico, de evangelizar, de ser apóstoles y hacer apostolado. ¿La estatua de Nabucodonosor de la que nos habla Daniel se derrumbó por la debilidad de sus pies de arcilla seca o por el impulso de la piedrecita que bajó rodando desde la cima de la montaña? Si sus pies hasta el tobillo hubieran sido de oro, plata, bronce o hierro, como el resto, la estatua se habría mantenido erguida.