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La virtud de la pureza

Patrick Fagan, de Estados Unidos, dijo recientemente en el Encuentro Internacional sobre afectividad (mayo 2006): “El que un adolescente sea casto es absolutamente esencial para su felicidad”. Y es que hay que tener presente que “existe un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la de la fe” (CEC 2518).  
Cuando Bernardo de Claraval era muy joven, en cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la noche, de forma que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa desconocida. La dueña les recibió bien, e insistió que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche la mujer se presentó en la habitación con intenciones de persuadirlo suavemente al mal. Bernardo, en cuanto se dio cuenta, fingió que se trataba de un intento de robo y empezó a gritar: “¡Ladrones, ladrones!”. La intrusa se alejó rápidamente.
Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario ladrón; pero bernardo contestó: “No fue ningún sueño; el ladrón entró, pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor”.  
Para vivir la castidad conyugal los cónyuges han de ser fieles: Uno con una para siempre. Y luego, vivir la apertura a la vida. Si hay dudas, no hay que quedarse con ellas, hay que preguntarle a quienes están estudiando el tema. Muchas veces puede haber escrúpulo (se piensa que hay pecado donde no lo hay), o puede haber conciencia laxa.  
La opinión pública ha creado un mito: los jóvenes tienen relaciones sexuales. No hay que hacerles el juego. Hay que volver al principio: Educar en y para el amor. Salgámonos de lo masivo. Los medios de comunicación presentan el adulterio como lo más normal y placentero, y mienten porque esas personas cargan con una culpa y así no son felices. Los expertos dicen: Si quieres las relaciones sexuales más placenteras y más frecuentes son las que se dan dentro del matrimonio monógamo.  
La sexualidad tiene un poder creador, pero también tiene un enorme poder destructor cuando no se vive bien. Este poder destructor se manifiesta en enfermedades, en frustraciones.  
La pureza de corazón determina la profundidad de las demás virtudes de la persona. La pureza es finura de alma, elegancia de espíritu, delicadeza de sentimientos, selección, elite.  
Otro experto — Regino Navarro—dijo en ese mismo Encuentro: El núcleo central de la afectividad es el amor. Hay que educar en el amor y para el amor; para el matrimonio y la familia. La familia es el agente educativo principal. Devolvamos a la familia su protagonismo. La propuesta es educar a los hijos  uno a uno. Educar a cada uno en el amor, en el ámbito familiar. Debería de existir una asignatura titulada Educación para el matrimonio y la familia.  
El fin de la educación es la perfección de la persona. La persona se perfecciona por el amor y en el amor. Se requiere una educación en el amor que integre la sexualidad, las emociones y los sentimientos, la racionalidad, el compromiso, la libre elección y la donación de uno mismo.  
La castidad no es rechazo ni menosprecio del amor. Significa más bien defender al amor del egoísmo. La castidad es una tarea humana y un don de Dios. ¿Por qué no hablar de castidad? Es una propuesta profundamente humana.  
Hay jóvenes que se enfrentan a la droga porque no saben cómo decir que no; no saben expresarse, sobre todo pasa entre los varones. Dar la formación con gradualidad y con orden.  
Ahora en México, se discutirá si se da educación sexual en Kinder, en septiembre. Hay un proyecto totalitario de destrucción de la familia de parte de unos cuantos para quitarle protección a la persona frente al Estado. No necesitamos una ley de educación sexual, entonces, ¿por qué la propuesta? Los programas de educación sexual pretenden sustituir a los padres de familia. La familia es la primera responsable de la formación afectiva del niño, del adolescente y del joven. A la escuela le corresponde tener un papel complementario.  
El problema de fondo es el eclipse del sentido de Dios y del hombre. Al perder el sentido de Dios se pierde el sentido del hombre, por eso luego florecen esas conductas personales voluntarias favorables a la droga, el alcohol, el sexo prematuro, y aumenta la criminalidad y la violencia. Falta preparación por parte de los padres de familia.  
En este horizonte cultural, el cuerpo ya no se considera algo personal e íntimo, sino que se reduce a pura materialidad. El pensamiento de los argentinos (mexicanos) no coincide con las propuestas legislativas. La mayor parte de las legislaciones vienen acompañadas de salud sexual y reproductiva.  
La Sagrada Escritura dice:  “Fuisteis comprados a gran precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6,20). El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor (1 Cor. 6,13). ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (1 Cor 6,15)”.  
Y en 1 Tes 4, 7-8 se nos dice: No nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad. Por tanto, quien estos preceptos desprecia, no desprecia al hombre, sino a Dios, que os dio su Espíritu Santo.