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La muerte y la vida eterna

Hay muchas frases hechas que la gente repite inconscientemente y que para un verdadero creyente son falsas, al carecer de contenido real. Tal es la manida expresión: “En esta vida todo tiene remedio...,¡menos la muerte¡”.

Un cristiano auténtico debería corregir el dicho popular y formularlo de esta o parecida manera. “Nada está definitivamente perdido en esta vida. Hay salida para todo, incluso para la muerte”.

En efecto, nuestros sentidos nos dicen con una aparente contundencia y rotundidad que todo lo humano es finito, que nadie ha vuelto del reino del más allá y que todos somos seres para la muerte.

Para que el ser humano encuentre una salida lógica al hecho incontrovertible y desconcertante de su finitud, no valen los argumentos racionales, experimentales o científicos, aptos sólo para constatar que todo lo que nace, muere y que nada material es eterno; sino el único argumento es el de la fe cristiana, basada en el poder y bondad de Dios, creador y salvador de cuanto existe.

Jesucristo, el Hijo de Dios, la Palabra de Dios encarnada, nos ha dejado dicho en el Evangelio:”Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mi, aunque muera, vivirá y todo el que cree y vive en Mí no morirá para siempre”. (Jn 11 , 25-26)

Sobran todos los argumentos racionales y experimentales para el que tiene fe y no hay argumento alguno posible para el que carece de ella.