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La Eucaristía y María

María es el primer sagrario. La primera procesión de Corpus Christi fue la que realizó la Virgen en su viaje a Ain Karim para ver a su prima Santa Isabel. El estilo de Jesús es esconderse, como se esconde en la hostia. Por eso Santo Tomás de Aquino le canta:
Te adoro con fervor, Verdad oculta
Que estás bajo estas formas escondida,
A ti mi corazón se rinde entero
Y desfallece todo si te mira (Adorote devote).  
Decir que María es Mujer eucarística significa que reconocemos que Dios ha hecho en Ella cosas grandes, porque vio la humildad de su esclava. María va a servir a su prima Isabel. Manifiesta el estilo de su Hijo, que no ha venido a ser servido sino a servir. El primer impulso de su alma es ponerse a servir, adelantarse a las necesidades de los demás, como en Caná. Cuando Isabel canta agradecida por la visita que la honra, María reconoce que es así, porque la humildad es la verdad.  
Dios quiso que su hijo naciera en Belén, que significa “Casa del Pan”, es decir, panadería. En el siglo de oro castellano los escritores espirituales llamaban a María Panadera de Belén. Supieron encontrar esa entrañable relación entre el pan eucarístico y Aquella que nos lo vende.  
El Pan de Vida no se cambia en nuestra naturaleza como los demás alimentos, sino que nos transforma en él, conforme a lo que nuestro Señor dijo a San Agustín: “Y no me transformarás en ti, como alimento de tu carne, sino que tú te transformarás en mí” (Confesiones VII, 10, 16).  
Santa Margarita María de Alacoque (siglo XVII) cuenta que le decía al Señor en su oración: “Mi corazón se siente consumido por el deseo de amar a mi Dios, y esto me da un deseo insaciable de la Comunión y del sufrimiento”. Y Jesús le dijo: “Hija mía, tu deseo ha penetrado tan profundamente en mi corazón que si no hubiera instituido este sacramento de amor, lo haría ahora para hacerme tu alimento. Tengo tanto placer en ser en él deseado, que cuantas veces el  corazón forma este deseo, otras tantas yo lo miro para atraerlo a Mí”.