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Juventud y Pureza

Ante el mundo anglosajón el joven latinoamericano con frecuencia se pregunta: ¿Por qué no tener relaciones sexuales siendo solteros? ¿Por qué ellos lo ven tan natural? Y es verdad, lo ven como “natural”, pero en el fondo —si sabemos observar lo captaremos— no son más felices. Hay mucha confusión. La moda no es ni puede ser la suprema regla de conducta. El mal está extendido y es profundo; y es tanto mayor, cuanto con más frecuencia casi no se cree en él. Esos jóvenes creen poder ver todo, probar todo, leer todo, gustar todo, hasta que viene el doloroso desengaño. La vida no es un experimento ni un contrato, es mucho más.

La pureza de corazón determina la profundidad de las demás virtudes de la persona. La pureza es finura de alma, elegancia de espíritu, delicadeza de sentimientos, selección, elite. Es ideal de superación y de engrandecimiento; es la alegría de la tranquilidad de la conciencia. Cuanto más domina el cuerpo sobre el alma, somos tanto más materiales y más parecidos a los animales. El dominio del alma sobre el cuerpo es la pureza de cuerpo y de vida.

Víctor Hugo consideraba que el mejor regalo de bodas que los novios pueden hacerse es un cuerpo puro y un corazón recto. “La continencia voluntaria –dice Alexis Carrel- realiza y avalora la vida más que ningún otro esfuerzo moral o físico”.

Hay personas que son vírgenes según la carne mas no según el espíritu, son aquellas que tienen un cuerpo intacto pero tienen el alma corrompida. La pureza como virtud exige un cuerpo limpio y un alma pura.

Todo ser viviente encierra un misterio, una fuerza oculta que escapa a todo lo creado: la fecundidad. La fecundidad tiene unas leyes fijas que no se han de quebrantar. La corriente sensual es algo sagrado, algo que Dios ha puesto para realizar sus planes; algo que merece, por tanto, todo nuestro respeto. Y hay quienes se atreven a profanar la corriente sensual. La corriente sensual ha de ir por el cauce legítimo del matrimonio.

“La impureza es inevitable”, dicen algunos. No hay tal. El ser humano debe permanecer en pie, sin mancharse. Es más, tiene obligación de ser puro. Mientras el ser humano —hombre o mujer— viva sobre la tierra, será objeto de tentación; pero no por eso se ve obligado a caer. Tener tentaciones no es ningún mal, el mal está en caer en ellas. Muchas veces un mal amigo o la imaginación presentan lo vedado como cosa agradable. La voluntad decide si acepta lo prohibido o no. ¿Quieres ser puro? Huye del peligro.

No existe una vida sin tormentas. Las pasiones personales y ajenas, el ambiente, las disco, los impulsos del corazón, levantan tempestades. La vida es lucha, y vale la pena salvaguardar el tesoro de la pureza, y guardarla para lo que será el amor de nuestra vida.

Cree el pecador que, una vez cometido el pecado, todo ha terminado; y no es así. El acto culpable ha finalizado, pero sus consecuencias permanecen. Nuestros centros nerviosos son como una placa impresionable que guarda una huella. Por eso, una determinada persona puede suponer un peligro y otras no.

Algunos jóvenes se quejan de que no tienen fuerzas para superar la impureza. ¿Cómo han de tenerlas si no se alimentan?  La oración —la intimidad con Dios— y los sacramentos son el alimento del alma. Augusto Retté, convertido tras una vida de incredulidad decía: “Sólo con la idea de acercarme al confesor más próximo, me sentía presa de un verdadero pánico... Pero hecha la confesión, iba por la calle lleno de alegría. Yo me decía: ¡Estoy perdonado, estoy perdonado! ¡Qué felicidad!”. Tan pronto te veas caído, levántate, toma mayores precauciones. No todo está perdido, todo se puede solucionar con el arrepentimiento sincero.

Hay que tomar en cuenta que, así como los hijos heredan de sus padres la fisonomía física y una mayor o menor propensión a determinadas enfermedades, de manera parecida heredan de ellos su fisonomía moral, y una mayor o menor propensión a determinadas enfermedades morales. Las leyes de la herencia desconciertan a los investigadores, y a nosotros nos puede ayudar a conocer a las personas.

Ante la propuesta de vivir radicalmente la pureza alguno dirá:

—“Eso era antes”.

—¡También ahora! Muchos jóvenes viven la pureza y tienen convicciones de que la mejor opción para los solteros es la abstinencia, para decir que sí al amor de modo total, sin componendas.

San Agustín dice que “con el Espíritu Santo el placer consiste en no pecar, y esto es la libertad; sin el Espíritu, el placer consiste en pecar, y ésta es la esclavitud” (El Espíritu y la letra 16,28).