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Inquisición

Inquisición: «No podemos pedir perdón por pecados inventados»

Habla Georges Cottier, organizador del reciente Simposio vaticano.

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 «La gran debilidad de la Inquisición consiste en haber querido defender la verdad con medios violentos». Este es el sintético juicio del padre Georges Cottier, teólogo de la Casa Pontificia y organizador del Simposio internacional sobre la Inquisición que se celebró en los últimos días de octubre en el Vaticano.

«La historia de la inquisición no es la historia de Iglesia --declara en exclusiva a Zenit el padre Cottier--. La Iglesia es santa y da siempre frutos de santidad. Pero con esto no quiero decir que la Iglesia esté compuesta sólo de hombres santos, sino que produce frutos de santidad, en cada generación, también en nuestra época. La inquisición ha sido una institución eclesiástica y temporal que ha tenido ciertamente grandes defectos con sus consiguientes efectos negativos, pero éste no es el camino de la Iglesia. La Iglesia, como esposa y cuerpo de Cristo, tiene que gozar de toda nuestra confianza y, cuando hace penitencia, como indica Juan Pablo II en la carta apostólica "Tertio Millennio Adveniente", está cumpliendo un acto de lealtad y valentía que nos da nuevas fuerzas para afrontar el presente y el futuro».

--Zenit: ¿Cuáles son las novedades que han emergido en el Simposio?

--Georges Cottier: No podemos hablar de auténticas novedades, en parte porque los historiadores presentes trabajan sobre este argumento desde hace muchos años. El encuentro ha servido para aprender los unos de los otros. Se ha discutido mucho sobre la interpretación de algunos hechos concretos. Por ejemplo, se constató que no existe claridad en el recuento de los números de las víctimas de la Inquisición y mucho menos en su interpretación. Nuestra información tiene todavía muchos puntos que deben seguir siendo investigados. Muchos archivos fueron destruidos, otros no se han estudiado suficientemente y el archivo del Santo Oficio acaba de ser abierto. Sin embargo, a pesar de las dificultades, alcanzamos un consenso en puntos realmente importantes.

--Zenit: Una cierta historiografía dibuja a la Inquisición con los colores de la tortura y el calor de las hogueras. Por el contrario, algunos expertos cristianos defienden la utilidad que tenían estos tribunales. Usted, ¿qué piensa?

--Georges Cottier: La interpretación de los hechos que afectan a la historia de la Inquisición es muy controvertida. El análisis histórico tiene que tener en cuenta el contexto en el que tuvieron lugar los hechos. Algunos de los procedimientos atribuidos a la Inquisición, por ejemplo, eran los mismos que utilizaban los tribunales civiles. Incluso el procedimiento del proceso era el mismo. Muchos procesos terminaron con el reconocimiento de la inocencia del imputado y la pena para los condenados no era siempre la ejecución capital. El porcentaje de condenas a muerte fue inferior a lo que normalmente se piensa. Pero se trata de un problema de principio. Aunque hubiera habido poca gente condenada a muerte injustamente, el problema sigue en pie. Las comparaciones cuantitativas me causan repugnancia, pues no afrontan el verdadero problema.

Por lo que se refiere a la interpretación de la Inquisición, se trata de un problema más teológico que histórico, aunque es cierto que el argumento histórico tiene que ser profundizado, pues no se puede hablar de este tribunal sin conocer la verdad de los hechos. Desde el puntos de vista teológico, se han identificado algunas pistas de reflexión. El padre Juan Miguel Garrigues ha insistido en que la Inquisición, en sus raíces doctrinales, es un problema que nace ya con san Agustín en su disputa contra los donatistas. Ya en aquel entonces Agustín pidió ayuda al brazo secular pues en aquel momento el imperio se había hecho oficialmente cristiano. Esto significa que no se puede entender la Inquisición sin la idea histórica de cristiandad, que es una forma de sociedad civil y política en la que todos los miembros están comprometidos en la profesión de la fe cristiana. En la Inquisición nos encontramos ante la defensa de la fe como protección de la Iglesia y también como elemento cultural que une al pueblo. Por ejemplo, no se puede entender la historia de la Inquisición española fuera de esta lógica. Sólo cuando se hace un esfuerzo por pensar como razonaban las personas de aquel tiempo es posible comprender por qué tanta gente excelsa y de gran fe no experimentó los interrogantes que planteaba esta institución.

Es verdad que en nuestro siglo se han dado genocidios, pero esto no quiere decir que podemos analizar la Inquisición sin remordimientos.

--Zenit: A la edad moderna le gusta ponerse la etiqueta de «edad de los derechos» y, por ello, critica severamente a la Inquisición. ¿Cómo es posible analizar con los ojos de hoy lo que sucedió en la historia pasada?

--Georges Cottier: Hoy vivimos en una sociedad pluralista en la que la distinción entre poder temporal y espiritual es mucho más clara que en el pasado y esto representa un gran cambio. A partir de esta consideración, hay que hacer una reflexión teológica. La conciencia moral cristiana se afina con el avanzar de la historia. No estoy diciendo que los cristianos son mejores hoy que antes, pues quizá hay más pecadores ahora que en el pasado --sólo Dios lo sabe--. Pero, como ha sancionado el Concilio Vaticano II y la carta «Tertio Millennio Adveniente», «la verdad se defiende con las armas de la verdad» y esto representa un progreso enorme para la conciencia cristiana.

Basta pensar, por ejemplo, en el debate actual sobre la pena de muerte. Al inicio de este siglo, la pena de muerte era algo comúnmente aceptado, ahora, por el contrario, su práctica es causa de auténticos problemas para la conciencia de los cristianos. Esto demuestra que pueden nacer exigencias más rigurosas en la conciencia cristiana. De este modo, se puede entender cómo ciertos actos, que no fueron percibidos como un mal moral en una época, son vistos hoy como inaceptables.

Pero quisiera añadir que la realidad moderna es paradójica. Hoy día vemos cómo muchas personas critican las prácticas violentas de la Inquisición, y cómo luchan contra la pena de muerte, pero al mismo tiempo asistimos a la liberalización del aborto y de la eutanasia. De este modo, constatamos que el progreso de la conciencia no es linear: se pueden dar pasos adelante en un campo y pasos atrás en otro. Si, además, somos testigos de cómo algunos sistemas totalitarios, en nombre de la «Razón de Estado», no han dudado en cometer masacres y torturas de masa, entonces comprenderemos la complejidad de la historia. El hombre está llamado a la santidad, pero es pecador y el pecado forma parte de la historia.

--Zenit: Tomás de Torquemada es descrito como un inquisidor cruel y torturador. Pero, ¿fue realmente así? ¿Qué responde ante el hecho de que algunos inquisidores fueron canonizados?

--Georges Cottier: Hay santos inquisidores, pues vivieron la caridad perfecta, sin participar en las malicias morales de estas prácticas. Es conocido, por ejemplo, el carácter severo de la Inquisición romana bajo el gobierno del Papa Pío V. Además, no hay que confundir la estructura represiva de la Inquisición con la figura de algunos inquisidores, cuya tarea consistía en identificar a los herejes y convertirles. Los santos viven la vida evangélica, incluso aquellos que aceptaron la inquisición, vivieron según esta senda. Uno de ellos fue, por ejemplo, San Pedro mártir de Verona, quien es recordado en el calendario. Hay que tener en cuenta que, en aquel entonces, no se percibía la incompatibilidad de algunas prácticas con la difusión del Evangelio. La violencia ha abierto siempre las puertas a períodos oscuros, especialmente cuando el poder civil ha tomado en su mano la cuestión de la represión de los herejes.

Por lo que se refiere a Torquemada, hay que decir que era muy riguroso, pero la búsqueda del rigor en ocasiones puede crear problemas. El afán obstinado por perseguir el rigor de la virtud podría tener algo de inhumano. Basta pensar, por ejemplo, en un hombre duro como Calvino. Tenemos que rehabilitar la moderación que forma parte de la virtud de la prudencia en la lucha contra el vicio. A veces el rigor puede ser exagerado, para convertirse un tipo de celo que deja de ser evangélico. No creo que Torquemada fuera un sádico. Quizá se dieron casos graves, en especial cuando utilizaba la tortura para obtener la confesión.

--Zenit: ¿Cuál es su opinión sobre la utilidad de los resultados obtenidos en el simposio?

--Georges Cottier: El primer objetivo consiste en preparar un dossier al Santo Padre. El Jubileo es un acto de alegría, una alegría que nace del perdón de Dios.

Tenemos que pedir perdón también por algunos pecados cometidos en la historia. Pero se corre el riesgo de pedir perdón por hechos que nunca existieron. El Papa habla de purificación de la memoria. Esto quiere decir que tenemos que purificar nuestra imagen del pasado de los errores que son promovidos por la propaganda. La idea horrorosa de la Inquisición difundida entre la opinión pública es seguramente exagerada. Por este motivo, hemos decidido escuchar a los historiadores para que nos digan qué fue exactamente la Inquisición. La petición de perdón debe formularse basándonos en la información más exacta posible. Este era el objetivo fundamental del Simposio y estamos contentos por los resultados alcanzados.

--Zenit: ¿En qué medida estos resultados pueden ser estímulo o freno para el diálogo ecuménico e interreligioso?

--Georges Cottier: Creo que pueden ser un auténtico estímulo a condición de que se trate de un auténtico diálogo. La Iglesia no tiene miedo de la verdad y, considerando que no puede diálogo sin dos interlocutores, tenemos que esperar que la otra parte muestre la misma disponibilidad. Esta es la primera condición del diálogo. Por este motivo, la investigación de la verdad histórica debería ayudar a todas las partes interesadas en el diálogo. La inquisición fue instituida por los católicos, pero la pena de muerte fue aplicada por otro muchos sistemas y confesiones. De todos modos, estoy convencido de que nuestra disponibilidad para descubrir la verdad servirá de ayuda para el diálogo ecuménico.
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