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¿Existen los antivalores?

Confundimos valores con virtudes, decía yo en una nota anterior. Esto tiene muchas consecuencias, y una de ellas es la necesidad de crear el concepto de antivalor o contravalor. Claro, si confundo valor con virtud, tiene que existir el equivalente al vicio, que es un hábito malo, mientras que la virtud es uno bueno.

No se trata, por supuesto, de negar que el mal exista pero, en éste campo, ¿quién establece lo que es valor y lo que es contravalor? Es un tema muy discutible, sobre todo cuando se habla con personas que no tienen un sistema de creencias religiosas o filosóficas bien cimentado.

Hablando con una maestra en filosofía, convencida de que los antivalores existen, le pregunté: “La utilidad (en una empresa) ¿Es un valor o un antivalor?”  La filósofa no pudo responder.

Por supuesto, fui un tanto injusto con la filósofa, porque la pregunta no tiene una respuesta fácil. La utilidad es en sí un valor; puede ser manejada de una manera positiva, cuando se usa para mejorar a la empresa y a sus obreros y empleados, o en forma negativa, por ejemplo, cuando se está dispuesto a contaminar el ambiente para aumentar las ganancias. Pero, ¿cuál sería aquí el contravalor o antivalor? ¿La no- utilidad?

Esto no es una mera discusión académica. A los humanos nos mueven valores; siempre es así. En todo acto humano siempre se busca algún valor. Déjenme poner algunos ejemplos. El egoísta, busca su propio bien (un valor). El problema es que pone su propio bien por encima de todo lo demás, no que su propio bien no sea un valor. El avaro pone sobre toda otra consideración, su dinero (un valor), a tal grado que llega a dañar su salud, y sus relaciones por cuidar el dinero. Un violador pone la satisfacción sexual (un valor, sin duda) por encima del respeto a la persona humana y a su libertad.

Detrás de cada supuesto contravalor (egoísmo, avaricia, pereza) la persona busca un valor real, solo que colocado fuera de su lugar, fuera de toda proporción. Así funcionamos; nos mueven los valores que percibimos y preferimos sobre otros valores, como decíamos en otra nota.

Esto tiene mucha importancia, sobre todo cuando se habla de la enseñanza de los valores. No se forma en valores meramente con definiciones o con largas listas de valores y contravalores. No se puede convencer a un egoísta de que su propio bien no es un valor, porque de hecho, lo es. Lo que sí se puede hacer (no fácilmente) es mostrarle como ese valor tiene un lugar inferior a otros valores, en el momento de tomar una decisión. Al mal se le vence con el bien; a los valores mal ubicados en la jerarquía de nuestra toma de decisiones se les vence, no satanizándolos y llamándolos contravalores, sino mostrando porqué otros valores superiores son preferibles.

Esto nos lleva al tema de la jerarquización de valores, un punto fundamental que trataré en la siguiente nota.