Pasar al contenido principal

El embrión es un ser humano

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

VER

La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha de emitir su veredicto, sobre si es acorde con nuestra Carta Magna la legislación del Distrito Federal que legitima el aborto antes de las 12 semanas de gestación. Hace poco, una adolescente de 15 años murió al practicarle un aborto “legal” en el hospital Balbuena de la capital; tenía ya 16 semanas de embarazo, y no le pudieron controlar una hemorragia. Con esa nueva ley permisiva, ya son miles los niños asesinados en el seno materno, en hospitales oficiales. Y no es por falta de información sexual que jóvenes y adolescentes se embarazan, ni por falta de anticonceptivos que el gobierno ofrece gratuitamente, sino por una mentalidad hedonista y relativista que partidos políticos y organizaciones promueven, con el disfraz de “salud reproductiva”. Algunos presumen de esto, como si fuera un avance, y no un retroceso, signo de la degradación moral de la sociedad, que se destruye a sí misma. Líderes del PRD piden que la Iglesia no presione a la Corte. ¿Esto es democracia? ¿Que hablen sólo ellos, y callemos los demás? No olvidar estos datos para las elecciones del 2009.

El Dr. Jorge Carpizo, del Instituto de Investigaciones jurídicas de la Universidad Nacional, quien fue el primer presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y Procurador General de la República, critica a quienes defendemos al no nacido. Dice que “no es posible ni admisible que quieran imponer esa concepción moral. Esto es grave, porque están lesionando el Estado laico”. Y con una falacia científica, afirma que “en 99 por ciento somos idénticos a los chimpancés”, y que “lo que nos hace seres humanos y diferentes de los chimpancés es el sistema nervioso central. Antes de 12 semanas de gestación no hay corteza cerebral, es decir no hay ser humano; la corteza queda formada alrededor de la semana 25”. Se ve que algunos, a pesar sus títulos, se diferencian muy poco de los chimpancés, y éstos no se provocan abortos. Podemos ser peores que animales, cuando la ceguera moral nos impide analizar otros datos científicos.

JUZGAR

Iluminados por la fe, pero también apoyados en investigaciones científicas que demuestran que el genoma humano, desde su concepción, ya tiene el cien por ciento de sus características que le hacen una persona, seguiremos defendiendo los derechos del recién concebido. Y aunque la diferencia con los chimpancés fuera sólo del uno por ciento, esto bastaría para considerarlo distinto a un animal, a una cosa, a un objeto desechable. El ateísmo ciega la mente, en vez de abrirla a dimensiones trascendentes.

Respetar la vida no es algo exclusivo de una moral religiosa, sino un derecho fundamental; por ello, quienes hoy ocupan los cargos que antes tuvo el Dr. Carpizo, son los que han promovido el juicio de inconstitucionalidad contra la ley abortiva del Distrito Federal.

Defender la vida humana desde su primer momento, no es lesionar el Estado laico, sino impedir que éste lesione derechos de los más débiles e indefensos. Y si el poder político se impone sobre la vida, para los cristianos el aborto provocado seguirá siendo un delito, porque es el asesinato de un ser humano. Perversa es la democracia cuando ésta no defiende a los pequeños, sino que abusa del poder de su mayoría legislativa. Si quieren proteger a las mujeres para que no mueran al abortar en forma clandestina, defiendan a las niñas recién concebidas y no legalicen su muerte. ¡Como se nota que, en su historia personal, quizá haya abortos provocados que no dejan en paz a lo que les queda de conciencia, y quieren ahogar esa voz interior!

ACTUAR

Defendamos con audacia la vida humana desde su inicio. Oremos por los ministros de la Suprema Corte, para que apoyen el respeto a la vida inocente. No dejemos solas a las mujeres con problemas de embarazo. Si no quieren al bebé, que nazca y lo den en adopción. Quienes tenemos acceso al interior de miles de conciencias, sabemos el drama de quienes se sienten responsables de un aborto. El perdón de Dios es más grande que nuestros pecados, pero el dolor de haber destruido a su propio hijo es algo que les acompaña toda la vida.