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«Amor»

Quizás una de las palabras más devaluadas, más desprestigiadas y peor usadas de nuestros tiempos sea precisamente la palabra “amor”. Creo que hasta podemos estar corriendo el riesgo de perder el sentido del concepto por falta de testimonios auténticos del mismo.

De hecho, muchos niños crecen ahora en un ambiente marcado por el capricho, la competencia y la soledad; enfrascados en los juegos electrónicos y en la computadora que les aísla de la posibilidad de una comunicación real y los envuelve en la atmósfera de lo virtual. Una atmósfera que difícilmente les empuja a salir de sí mismos y a pensar en los demás.

En el mundo de los adolescentes, también gracias al Facebook y a las redes sociales, los niños y las niñas exaltan su crueldad, propia de esta etapa de la vida, en los colegios o fuera de ellos hacia los que consideran débiles o simplemente “non gratos”. Sus amistades suelen moverse en el terreno de los intereses egoístas y de las modas, con poco margen para las amistades sinceras y verdaderas.

Los jóvenes y las jóvenes se juntan en los antros y en las salas de fiesta, y se ennovian buscando principalmente en el otro o en la otra satisfacciones egoístas e inmediatas. De hecho, los jóvenes de ahora establecen otro tipo de vínculos: los llaman relación de amigovios o “free”, comportándose como novios pero sin serlo, meramente por diversión o por una especie de gusto momentáneo, sin que exista ningún vínculo afectivo entre ellos ni compromisos. Los grupos juveniles se asocian en clave de diversión y de disfrute de la vida, pero brilla por su ausencia el sentido de una verdadera y sana amistad así como la idea de un noviazgo en clave de respeto mutuo de sinceridad y de exclusividad.

Por otra parte, la gente se casa y se descasa con una facilidad preocupante. De hecho, la infidelidad está a la orden del día, tanto masculina como femenina. Y estamos llegando al extremo de que se ve raro el que en una familia todo vaya bien.

Entre hermanos, los asuntos económicos y los asuntos familiares hacen relucir el desamor y el poco aprecio con que han podido crecer juntos. Y en las sociedades abunda la conciencia de la ayuda, de la solidaridad, de la labor social, del voluntariado, pero a menudo los intereses políticos y económicos pervierten y desvirtúan los esfuerzos y las iniciativas convirtiéndolas en banderas de la propia causa.

La palabra “amor”, podría estar reflejando una realidad en crisis de identidad. De hecho sería interesante preguntar a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes o a los adultos, qué entienden ellos cuando escuchan la palabra “amor”. Curiosamente es una palabra que se ha dejado de usar en muchos ambientes: ya no suena en la política, en la economía, en el ámbito empresarial y comercial y en otros. Poco a poco se ha ido convirtiendo en un producto de ficción hábilmente presentado en las novelas y en las producciones cinematográficas. Aunque precisamente ahora, más bien, nos están queriendo mostrar como “verdadero” amor, las deformaciones del amor.

Todo esto lleva como consecuencia el amordazamiento de nuestra capacidad de amar y la liberación y transmisión de los falsos conceptos de amor que están haciendo estragos en nuestras sociedades y en nuestros ambientes.

Jesucristo vino para hablarnos de amor, y su vida es un testimonio de amor. Pero también vino a pedirnos amor, vino a pedirnos que no desvirtuásemos eso que tanto nos puede asemejar a Dios. El amor no es una conquista, sino un descubrimiento. Yo voy a amar al otro en la medida que sigo encontrando, sigo descubriendo motivos para amarlo. El amor no es un sentimiento, es una opción. Es la decisión de ser prójimo y no pasar al lado de las necesidades del otro sin importarme tener que dar mi tiempo o ensuciar mis ropas. El amor no es poesía ni son palabras o regalos; el amor es el día a día, es paciencia mezclada con comprensión, es capacidad para esperar, es poner lo mejor de mí mismo, es pensar en el bien de todos, es interés sincero por el otro, es saber escuchar, es dedicación, es acompañar aunque me dé la sensación de estar perdiendo el tiempo, es cuidar, es saber exigir sin dejar de motivar, es rezar los unos por los otros, es en definitiva estar dispuesto a dar la vida por el otro.